Bazar


Las multitudes en el mercado de Osh se empujan y zarandean de un puesto a otro, tal como llevan haciéndolo en esta ciudad del confín oriental del valle de Fergana, casi en la frontera de Kirguistán con Uzbekistán, desde hace 3.000 años. Un trajín sin descanso de carretas, mujeres con bolsas y hombres con pesados ​​sacos apresurándose sobre los antiguos fragmentos de piedra o en el polvo seco que sirve de acera. El aroma de las parrillas humeantes con shashlik –pinchos de carne– se mezcla con el olor a sudor y con el humo de las casas de té donde sirven tazones grasientos de laghman rebosantes de eneldo fresco y montones de manty cubierto de cebolla a rodajas. Pero también se multiplica, avivada por el calor, una sorprendente variedad de olores, demasiado numerosos para recordarlos o intentar siquiera describirlos. La luz del sol y el baile de colores, las músicas populares de la zona que suenan en todos los rincones desde infinitos casetes portátiles: tayikos, uzbekos, kirguises, rusos y otros muchos acentos, cada personaje con su variante particular de ropa y sus tocados para la cabeza, todo revuelto ante nuestros sentidos.



Sherali Joʿraev, Birinchin mukhabbatim

Los toldos de tela brillante dan algo de sombra en la vía que serpentea enhebrando puesto tras puesto de productos locales, ropa china barata, sombreros hechos a mano, zanahorias y gruesas patatas, grandes sacos de arroz abiertos, y de otros granos, y todos cuantos materiales y bienes variopintos puedan imaginarse en la vida del Asia Central. La gente sonríe y frunce el ceño, se sientan hoscos, ríen a carcajadas, miran fijamente, desvían la vista, y con una palabra que suena como 'boosh' instan a la gente a apartarse para poder avanzar con sus pesados fardos.

Hay un destello cegador de luz solar cuando los grupos apretados se disgregan para volver a juntarse enseguida y marchar como una riada, el ondear de las telas floreadas y el cabello negrísimo de los niños, mujeres con largos pañuelos y vestidos estampados que llegan hasta los pies, y hombres serios de rostro ni asiático ni europeo, como en un punto medio.

Nos detenemos en un puesto de venta de cintas de casete regentado por un chico con un exraño corte de pelo, largo en la frente y muy corto en la nuca. Parece desconcertado por mi solicitud de «música tradicional», que intento pedir con mi mejor pronunciación, salvando mi mal ruso. «¿Disco? ¿Hip-hop?», indaga sin alcanzar a entenderme. Pone varias cintas en su propio aparato y oigo breves pasajes que rechazo por completo. Por último pone a Sherali Jo’raev y compro varios de este artista. Partimos satisfechos con la transacción.



Sherali Joʿraev, Olis yullar

Le pregunto a un anciano particularmente pintoresco si me permite sacarle una foto. No tiene inconveniente, y cuando le muestro la imagen en mi cámara insiste en que imprima una para él de inmediato. Le explico delicadamente que no es posible y sólo me permite salir después de haber encontrado a un chico con un lápiz y un papel que anota su dirección postal para que le envíe la foto en cuanto llegue a casa. Apretando la nota en mi mano insiste: «¡No te olvides!» Y no me olvidé, pero por desgracia el garabato era completamente ilegible.


Nos detiene un hombre con uniforme de policía, con un extravagante sombrero ancho al estilo de la policía persa. «Vengan conmigo», nos dice. Nos introduce en habitaciones separadas. Después de un examen minucioso de mi pasaporte, toma la pequeña bolsa bandolera que siempre llevo conmigo y empieza a sacar las cosas una por una.

«¿Qué es esto?» Inquiere, sosteniendo un inhalador para el asma.

«Es para el asma», respondo en mi menguado ruso.

Tch, tch. Su rostro duro se suaviza a medida que expresa simpatía. Pasa al objeto siguiente.

«¿De dónde son?» Muestra un par de billetes checos. «De Chequia», le contesto.

«¿Dónde queda eso?» - «Cerca de Alemania». Asiente al entenderlo.

«¿Cuánto vale?» Señala un billete de 200 coronas. «Unos 10 dólares», digo sin demasiada precisión.

De golpe parece perder todo interés y concluye la entrevista. Mi compañero ya está esperando afuera y podemos seguir nuestra inspección del bazar de Osh.


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